Con almidón de historia, queso de tradición y aroma a orgullo, el pandebono celebra su día mundial entre mitos, literatura y aplausos internacionales. Hoy, en su honor, contamos la travesía de este pan que ha amasado generaciones desde las montañas del Valle del Cauca hasta las listas de los mejores del planeta.

Sabor a leyenda
Como todo buen mito criollo, el origen del pandebono se cuenta en más de una versión. La más antigua habla de la mítica Finca El Bono, en el Camino Real entre Cali y Buenaventura donde la familia Reza, de raíces mozárabes; horneaba un panecillo que todos los viajeros anhelaban probar. La receta artesanal y heredada, incluía almidón de yuca, queso y maíz; y fue perfeccionada por doña Genoveva Reza de Montoya, quien usaba un horno de leña que aún se conserva hoy.
Otra versión remonta el nombre a los corteros de caña: al empezar la jornada recibían un “bono” para reclamar pan y bebida al mediodía. El pan del bono se volvió habitual, y la expresión terminó por bautizarlo como pandebono. Hay quien afirma que un panadero italiano en Cali vendía su creación diciendo con acento fuerte «pan del bono«, queriendo decir “pan del bueno”, y así entre lenguas y hornos; nació este clásico colombiano.

De la novela a la mesa
En 1867 Jorge Isaacs publicó María y entre sus páginas, dejó constancia de la vida, los sabores y las costumbres del Valle. En una escena entrañable, el narrador elogia a las cocineras por su talento para hacer pandebono. Isaacs, que recorría el cañón del río Dagua como inspector del ferrocarril, solía detenerse en la Finca El Bono; donde pasaba tardes enteras tomando café y saboreando estos panecillos que luego inmortalizó en su obra. Así, el pandebono no solo alimentó viajeros, sino también lectores.

Reconocimiento internacional
En 2024, el prestigioso portal Taste Atlas sorprendió al mundo al coronar al pandebono como el mejor pan del planeta. Con una calificación de 4.6 sobre 5, este humilde manjar vallecaucano superó baguettes y brioches, destacando su textura crujiente por fuera y su corazón suave. Un carácter auténticamente colombiano. Es más que pan: una historia horneada, nuestra identidad en forma de bocado.